La Covid-19 ha funcionado como un gran banco de pruebas para valorar los efectos que tendrían determinados cambios profundos en nuestros hábitos y modos de movilidad. Muchos de estos cambios han llegado para quedarse.
- Mantener el teletrabajo y la flexibilidad horaria. Con más o menos dificultades muchos trabajadores se han adaptado a realizar su trabajo desde casa sin que ello haya repercutido en la productividad o en la calidad de los resultados. Muchas empresas han optado por no revertir esta situación que en principio parecía temporal. Gracias a la COVID-19 hemos descubierto que para desarrollar muchos trabajos no es necesario desplazarse diariamente a una oficina. La disminución de desplazamientos por motivo trabajo ha repercutido positivamente en la calidad del aire, en la reducción de ruido y en la disminución de problemas de congestión.
- No olvidar los riesgos sobre la salud asociados al cambio climático. La COVID-19 nos ha mostrado con dureza uno de los principales efectos del cambio climático: la aparición de enfermedades asociadas a la pérdida de biodiversidad. Mitigar el cambio climático es una obligación ineludible, así como aumentar nuestra resiliencia social para adaptarnos con éxito al nuevo escenario sanitario. La movilidad privada es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero. Toca actuar de inmediato para transitar a modos de movilidad más sostenibles.
- Asegurar la existencia de espacios públicos suficientes que permitan el distanciamiento físico. Al aire libre el riesgo de contagios es significativamente inferior al que se produce en espacios cerrados. Las ciudades no pueden ser invadidas de nuevo por los coches. Necesitamos recuperar el espacio público para las personas.
- Seguir promoviendo la bicicleta como el modo de transporte más saludable y eficaz. Durante la pandemia la bicicleta se ha consolidado como el medio de transporte más eficaz para responder a las condiciones del nuevo escenario sanitario: favorece la actividad física, mantiene la distancia adecuada, ocupa poco espacio público, no contamina, es accesible a múltiples usuarios y tiene la máxima eficiencia en los desplazamientos cortos.
- Potenciar la relocalización productiva y el comercio de proximidad. Con la COVID-19 hemos redescubierto la importancia de tener cerca lo necesario para satisfacer nuestras necesidades de alimentación, de consumo y de ocio y expansión. Necesitamos ciudades más compactas en las que no haya que desplazarse a grandes distancias para satisfacer las necesidades cotidianas. Y necesitamos reforzar la producción y las cadenas de valor cercanas que aseguren la disponibilidad de los recursos esenciales.
- Recuperar la confianza en el transporte público. A pesar de que los datos demuestran que el transporte público no es un entorno especialmente de riesgo para los contagios, muchas personas han abandonado el transporte colectivo. Se necesita recuperar la confianza en el transporte público porque es el medio que garantiza el derecho a la movilidad. Hay que remarcar la necesidad de cumplir los protocolos sanitarios cuando lo usamos. Si lo hacemos, el riesgo de contagio es prácticamente inexistente.